domingo, 7 de febrero de 2010

Honestidad.

No, no soy ningún mitómano, sino que redacté el siguiente texto en primera persona ante la molestia frecuente que se generaba en mí, al repetir varias veces a un personaje debido a la poca variable en cuanto a sinónimos que encontré para este relato. Y que comienza así:

Como todos los días, me encontraba en mi oficina en la tan ansiada (Sí, ansiada) espera de un llamado de mi jefe, un hombre amable, aunque con "pocas pulgas", de 1,85 de largo, poco pelo grisasio, en el cual debía cumplir con mi deber de solucionar cualquier inconveniente surgido en las computadoras que contenían las estadísticas, en cuanto a dinero ingresado/perdido mensual, generales de la empresa.

Ante la espera de este llamado, me encontraba girando en una silla, en lo que se podía llamar mi oficina, una pequeña habitación que tan solo contenía una silla típica de oficina en la que me encontraba dando vueltas, una computadora privada y un café en mi escritorio, hecho con un oscuro roble, y descansando un poco luego de 3 horas de una reparación de la computadora cuyo dueño era quien poseía las estadísticas diarias de las finanzas de la empresa, que producía teléfonos celulares.

Luego de unas aburridas horas sin nada por hacer más que esperar un llamado para arreglar alguna computadora, entró un compañero de trabajo, gordo, de no más de 170 centímetros de largo, pero sí de ancho, con pelo de un marrón mal teñido, que sin saludar ni pedir permiso se sentó en un banquito blanco que se encontraba en la esquina de mi humilde despacho, y comenzó con un discurso de casi media hora, en la que descubrí el mal aliento y la repugnancia que este hombre producía, el cual me ofrecía desconfigurar una de las computadoras que contenía las finanzas anuales, y así llevar a la quiebra a la empresa a la cual ambos pertenecíamos. De realizar lo que el hombre dijo, me pertenecían 135.000 dólares para mis bolsillos, los cuales podrían ser invertidos en el viaje de mis sueños, al caribe, con la persona con la que me encontraba en pareja, cuyo nombre era Lucila, una hermosa muchacha de pelo castaño, con todas las comodidades posibles, además de comprar mi primer casa y vivir con mayores privilegios.

Al finalizar la propuesta, este desagradable hombre se marchó casi obligándome a realizar lo que minutos antes había propuesto. Pero, mi forma de ser no era así, traidor y egoísta, sino la de ser bueno, amigable, trabajador, digno de conseguir cosas por propios méritos con mucho empeño.

Con el correr de los días, fui notando que la presión por mi decisión era cada vez más elevada, que ya no lo tomaban como una propuesta, sino que se había transformado en una obligación el tener que llevar a las ruinas y desaparición (de la empresa) a aquellos que depositaron su confianza en mí y que día a día lo ratificaban con su gentileza.

Dejé correr más días, en los cuales mi decisión era muy firme, un rotundo NO que podía ser forzado, y hasta amenazado por cambiar de opinión, pero esa respuesta seguiría tan firme como mi buena reputación, la cual aumentaba cada vez que a mi jefe se le ocurría hablar de mí ante otras personas.

Un sábado de Agosto, el mismo repugnante y mal oliente muchacho que me había hecho la propuesta y que luego me había amenazado con mi muerte, entró a mi oficina con una navaja, me tomó las manos y tapó mi boca, obligándome a llevar a cabo maligna acción, cambiando las finanzas para una futura quiebra de la empresa, en la que varios hombres como el que me amenazaban, se llevarían fortuna a su casa, y en la ruina a tantos otros. A causa de la presión que ejercía ese hombre sobre mí, procedí a llevarlo a cabo, el hombre ingenuo se confió en que mi acceso a su propuesta era real, pero nunca se llegó a dar cuenta que con mi mano derecha (Aquí debelamos que soy zurdo), que dije que estaba herida a mi amenazador, escribía un mensaje de texto para que mi vecino de oficina me brindara ayuda, el cual entendió todo a la perfección, y a los pocos minutos estaba junto a la policía en mi despacho.

Tanto el hombre que tenía su navaja en mi cuello, como a otros 6 hombres más, se los llevaron presos y su sentencia fue a 4 años de prisión.

Al otro día de lo ocurrido, los dueños de la empresa, que vinieron desde Suecia especialmente para la ocasión, como mi jefe, estuvieron presentes en una reunión donde agradecieron mi honestidad con la empresa, y un incremento a mi salario notable, con el cual podría realizar lo mismo que hubiera hecho de haber desconfigurado a esa computadora, pero ganados de una manera digna.

Hoy, transcurridos ya 11 años, sigo recibiendo agradecimientos por mi honestidad, tengo la casa propia que quería, y dos bellos hijos, Martín de 9 y Florencia de 6, con mi amada Lucila, y el 29 del próximo Marzo, tengo 4 pasajes para ir al Caribe.

En este texto se refleja que uno de los valores de la vida es, sin dudas, la honestidad, que es fundamental en todo aquel buen ser humano, además de demostrar que este hombre resigna sus mayores sueños que podía haber obtenido fácilmente, pero sin haberse esforzado, estafando a otros.

Otro punto que refleja es que hay dos caminos en la vida, el bueno, que incluye ser honesto y conseguir las cosas con empeño y predisposición, y otro que es el malo, en el cual mediante estafas o malas acciones se consiguen las cosas de manera más fácil.

Geem.

1 comentario:

  1. Genial enano! No me sorprende ver donde tenes ubicados los valores, me enorgullece!! Cada uno puede elegir, y lo mejor es que vos elegis para el mejor lado; si entregas cosas positivas eso tambien es lo que te va a volver!! Sabe que yo siempre voy a estar al lado tuyo para acompañarte en esto que expresas, en tus metas,proyectos, en las cosas buenas y en las malas (que seguro van a ser las menoss!!!!)
    Te amo!
    Tu hna Mel

    ResponderEliminar